Merecerlo
Decidí que era mejor abrir que cerrar. Puede que sea por mi manera de ver y de afrontar la vida. Abrir significa explorar y sentirte inocente, y para descubrirlo tienes que saber qué ocurrió antes para merecer hacerlo mejor. Cerrar es como negarte a ver aquello que dejaste atrás, y eso en realidad resulta bastante injusto. Esconder te muestra el riesgo de no volver a aprender algo que sucedió e incluso olvidar para siempre dónde estuvo, hasta que te das cuenta que lo perdiste para siempre. Así que prefiero abrir un año, 2024, que no cerrar 2023. Para que exista el futuro tiene que haber un pasado.
Intento encontrar una palabra que me ayude a sintetizar lo acontecido. Es arduo, a la par injusto, y hasta simplón hacerlo así porque te dejas un sinfín de matices, pero me ayuda a poner un centro en la diana y a dibujar después su contorno para darle contexto. El año pasado mecanografié «preguntas»; este año estoy a medio camino entre «alerta» y «merecer«.
Sigo teniendo la fortuna de la actividad un año más. Me declaro afortunado en mi oficio y consigo levantarme cada mañana con la fuerza suficiente mucho antes de que amanezca. Mantengo la sensación de que aún me queda tanto por aprender, que sigo empeñándome en generar ideas, estructurar argumentos y diseñar escenarios, y que me pica la curiosidad de hacerme preguntas que me obliguen a encontrar respuestas inconformistas. Cada lunes a primera hora de la mañana, como inicio de semana, hago el ejercicio de escribir cuatro párrafos sobre lo que siento en ese momento respecto del pasado reciente y lo que está por venir, lo que imagino que vendrá. Leerlo después con la bendita perspectiva del tiempo es una lección que no olvido ni la olvidaré jamás. En cada relato te das cuenta que vivir y sentir son verbos fieros que te empujan a la realidad.
He de confesarte también que después de verano no todo fue igual que siempre. Dudas y miedos, demasiadas preguntas que me empujaban frente a un muro, vueltas y más vueltas. No, no lo pasé bien, quizá lo sepas. Navegué en aguas turbulentas, no sé bien si había mareas bravas o no era capaz de enderezar bien el timón. Necesitaba espacio y aire tanto como cerrar los ojos y agachar la cabeza para refugiarme en no-sé-muy-bien-qué. Aprendí más de mí mismo que nunca. Sí, sufrí. Por eso «alerta» aparece en escena. Porque había una luz roja que alumbraba el día y me exigía a tener todos mis sentidos alineados en saltar un listón que se me elevaba cada día. La luz me deslumbraba, me sangraban las emociones y hasta paralizaban las frases que debían llenar renglones de mi día a día.
Reconocí, de una manera aún más firme, que necesitamos válvulas de escape que permitan ocupar un espacio donde a veces escondernos, otras escaparnos y siempre Estar –con la E mayúscula–, para que las piezas puedan situarse ellas solas sin necesidad de andar empujándolas cada dos por tres. Escribir y la lectura son ya espacios imprescindibles de mi vida, como lo es el baloncesto, a donde he vuelto de nuevo a entrenar un equipo. No había una razón lógica que lo explicara, y por esa razón decidí volver a pisar una cancha y a convencer a mis jugadores por qué el deporte va de transmitir emociones y estados de ánimo, como la vida misma. Todo ello fue una gruesa cuerda a la que me agarré por esa pendiente del casi último cuatrimestre del año.
A la palabra «merecer» llegué hace tiempo, como muchas en mi vida, gracias también al deporte. Decía Bielsa:
«Las evaluaciones no deben hacerse en función de lo que se obtiene sino en función de lo que se merece».
( Marcelo Bielsa )
Cada vez que te enfrentes a un folio en blanco piensa en «merecer» para ponerte a ello, entonces la entenderás mejor. Encierra un montón de valores y principios que deberían regir nuestra manera de proceder. Te centra la energía en lo que haces, no en lo que dices que haces y ni siquiera en el deseo de hacer: es el presente, «tu mano», tu acción lo que te define. Y cuanto más te lo mereces probablemente mejores resultados obtendrás. Mirar al final de la semana si te lo mereciste es una buena terapia, te lo aseguro.
Tuve una reunión a final de este curso que me marcó, lo digo ya, para muchos años. Fui nervioso, mucho, porque sabía que la evaluación tenía que ver precisamente con lo no-merecido que concordaba con el resultado: no estaba bien. Los momentos importantes siempre se tienen que escenificar de cara, mirándonos a los ojos de verdad y siendo lo más humildes y honestos posibles, al menos, con nosotr=s mism=s. Así que intuía el resultado final, y no era precisamente una victoria. No hubo en la reunión ni una palabra más alta que otra; fue sincera, directa, clara, las excusas se quedaron en el aparcamiento y en la otra mesa del despacho. «Lo que es, es», era el resumen perfecto. Fue la conversación, hablar, escuchar, sumar, no hacía falta repetir las cosas dos veces, porque sabíamos que era así; y lo que no sabíamos se expuso también porque en esta vida las cosas suceden porque hay un contexto compartido, ni disfrazado ni especiado. La reunión duró media hora, no era necesaria alargarla más. La otra persona, cuando acabamos, se levantó, se acercó a mi lado, me puse también de pie, y en vez de darnos la mano en señal de rúbrica de ese acuerdo tácito y expreso al mismo tiempo, nos dimos un abrazo. «Aclarado, ya está, feliz Navidad». Fue la mejor lección del 2023, el resumen de «todo» lo que sucedió en los anteriores trescientos sesenta y cuatro días.
A 2024 no le quiero pedir nada en especial, simplemente que me permita mirarle de frente y podamos hacernos preguntas que sigan encontrando respuestas adecuadas, que nos miremos a los ojos cuando nos necesitemos de verdad y que hagamos todo lo posible para merecernos no solo un triunfo, sino la tranquilidad y la certeza de que siempre se ha de hacer todo lo que esté en tus manos. Que sigamos estrujando las ideas para que las marcas se sientan bien orgullosas de sí mismas y que las personas, al final de todo el proceso, nos levantemos en silencio, sin gestos bravíos, y nos fundamos en un abrazo sincero, con los ojos cerrados en señal del calor que se necesita cuando las cosas salen bien, o no tan bien.
Otro año más, gracias por estar aquí y «ahí».
Gracias por cada segundo que pasáis entre estas líneas del blog.
Gracias por MERECER. Estemos ALERTA porque eso significa que estamos viv=s.
Sed felices.
¡FELIZ 2024!
2 commentarios
Julen · 10/01/2024 a las 07:19
«Así que intuía el resultado final, y no era precisamente una victoria». A través de pequeñas derrotas hasta la victoria final. O quizá es que, al final, no importan tanto las victorias. A lo mejor las tenemos sobrevaloradas. Sentirse a gusto en la derrota es también una manera de ganar. El camino, el camino es lo que importa. Ánimo, compañero 😉
Juanjo Brizuela · 10/01/2024 a las 11:20
@Julen, cierto; el camino. Soy uno de quienes piensa que de la misma manera que deberíamos aprender de las derrotas, lo deberíamos hacer de las victorias. Estas últimas son necesarias para saber qué hizo que ganáramos, de las derrotas, sobre todo, a reconocer todo lo no-bien hecho, y hay que se lo suficientemente humilde y honesto consigo mismo para hacer este trabajo.
Así que veremos cómo acaba el partido que acabamos de comenzar que se llama 2024.
Abrazotes