Reescribir la historia de #LaFamilia
Aunque siempre consigo encontrar más de un motivo, esta vez ha sido más especial. Seguir un torneo de baloncesto forma parte de mi «otro tiempo», a caballo entre el hobbie y la habitual dosis de trabajo. Si me conoces bien sabes que el baloncesto forma parte de mi vida de manera expresa. Pero este Eurobasket’22 era una atractiva cita que lo hacía más atractivo aún, y eso que las horas y días de los partidos no encajaban del todo en mi día a día.
Por esta inquietud propia por tratar de entender el juego y cómo se dan las relaciones, cómo se producen las tomas de decisiones y cómo se generan las condiciones para poder competir, encuentro en el baloncesto muchas claves para mi trabajo profesional: relaciones, vínculos y roles, liderazgos individuales y colectivos, procesos y metodologías, equilibrios en los equipos, gestión de los tiempos, capacidad de compartir, la relación entre talento, trabajo y aspecto mental, etc. Lo expliqué en su día, en aquel «Nunca dejes de creer» tras otra experiencia vivida en primera persona, y todavía hoy sigo buscando preguntas para comprender las acciones que se producen en un encuentro. El deporte de verdad, da mucho juego para nuestros ámbitos de la vida personal y profesional.
España es campeona del Eurobasket’22, rompiendo pronósticos, rankings y certezas disfrazadas de suposiciones de mucha gente, entre las que, lo confieso, yo también me encontraba. Uno veía las posibilidades de cada una de las plantillas conforme se iniciaba la competición, miraba a su vez el inicio del equipo de España y conociendo su proceso de trabajo, sí que podía vaticinar que jugar octavos sería una meta de exigencia posible, ir más allá me resultaba un tanto difícil. Como la vida, el deporte te da bofetadas de realidad no por no entender o saber de ello, sino porque una vez más se dan circunstancias y procesos que van modificando hasta tus propios planes y no solo por la influencia externa. La competición sucede, aunque tengas planes establecidos, aunque creas tenerlo todo controlado. Es importante la palabra sucede, porque «pasan cosas», a veces esperadas y planificadas, otras absolutamente inesperadas. Simplemente hay que saber prepararse y reaccionar ante ellas.
La vida, el deporte, es como las piezas de dominó: conforme pasa el tiempo van cayendo piezas que son como los pequeños logros conseguidos. Algunas con más frecuencia porque están alineadas y situadas con cercanía, y la inercia provoca que siga su camino. Otras en cambio tardan en caerse, quizá por no estar situadas donde corresponde o porque la distancia es mayor de lo que parece. Lo que sí es cierto, lo que hace interesante nuestra vida, es que siempre descubres que hay otra nueva pieza ahí delante y que el reto consiste en saber derribarla. La pieza eres tú. La pieza es tu visión. La pieza es tu meta.
Este blog no es un espacio para hablar del juego del baloncesto, pero permitidme profundizar en que las cosas no suceden por casualidad, como tampoco hay siempre una relación entre causa-efecto. Todo es más complejo de lo que a simple vista parece, pero desde la óptica deportiva, el juego, esa capacidad de que un grupo genere asociaciones en el campo buscando siempre la mejor opción de las posibles, alineando espacio, tiempo y características del jugador/a, ha sido justo con España. Ha sido el equipo que mejor ha jugado, y esto significa que un juego colectivo, dinámico y con ritmo, equilibrado entre defensa y ataque, con individualidades en el momento justo y sobre todo con la sensación de que cualquier jugador podía ser protagonista, en este estilo, España ha sido superior a todas las selecciones que han pasado por esta competición.
Pero la lección aprendida de este #Eurobasket22, además de la merecida medalla de oro, es cómo romper con lo inesperado, cómo derrocar a las predicciones desde el compromiso, el trabajo y la visión, y de ello las lecciones que hemos de aprender para la vida personal, para la profesional, para las relaciones y para las convicciones. El papel de España ha sido principalmente ese: quiso competir, y competir quiere decir merecer la victoria hasta las posesiones finales en condiciones de igualdad. Y para competir debía cumplir varios requisitos:
- Convicción en el Plan desde el primer día.
- Consecución de objetivos a corto plazo.
- La asunción de roles individuales en beneficio del colectivo.
- El trabajo de diferentes soluciones como alternativas ante los momentos de duda, de bajón o empuje externo.
- La «idea y el estilo» como reconstituyente ante el posible arreón del adversario.
- Compromiso colectivo y confianza la labor del compañero.
- Recomponerse siempre desde el concepto compartido de lo emocional: #LaFamilia.
En una reciente columna, Andoni Zubizarreta decía:
«…yo les hablo de ese tiempo que el jugador pasa junto a sus compañeros, ese tiempo en el que lo colectivo es más importante que lo individual, ese tiempo en el que el entrenador debe poner el nosotros por delante del yo y que debe demandarme para mejorar aquello de lo que todavía carezco o desarrollar aquello que tengo, pero que todavía puede crecer. Aquello que se puede entrenar y que, mejorando lo mío, mejora lo colectivo. O que mejorando lo colectivo, mejora lo mío.
«Dejarse entrenar» (Andoni Zubizarreta – EL PAÍS)
¿En qué medida aceptamos esta faceta colectiva sabiendo que renunciamos a aquello que nos identifica y diferencia? Es una pregunta compleja de responder, sobre todo a sí mismo: nos creemos «invencibles» en algunas facetas de nuestra profesión y vida, pero como aquella frase, «si quieres ir rápido, camina solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado». Si algo hemos aprendido de este campeonato es esto precisamente: el tiempo, el logro, la visión, el proceso, el camino, el colectivo…y la meta.
en un Equipo hay muchas cosas: sentirse todos importantes, tener la mentalidad precisa y un pelín más en cada momento, trabajar al máximo para que tu compañero siga confiando en ti, tener un objetivo, mirarlo y creer en él y poner todas las ideas y energías en él. Y seguir.
— Juanjo Brizuela (@juanjobrizuela) September 16, 2022
En mi pasado y presente me ha tocado trabajar, tanto en mi oficio como en el baloncesto, en dirigir grupos y proyectos, pero no me considero experto en estas lides del liderazgo, la gestión de equipos, visión y dirección, gestión de las emociones, etc. Reconozco que me gusta conocer por qué sucede lo que sucede en los grupos, en las personas, en las relaciones, leo a muchos amigos que saben de ello: Asier, David, Manel, José Javier, José Luis, Javier, etc. En el mundo de la marca precisamente hablamos sobre todo de las relaciones, y quizá convendría pensar más en ello y menos en dibujos, colorines y tipos de letra. Pero siempre hay aspectos que olvidamos, o no les damos la importancia suficiente, y la tienen, y ello nos lo ha recordado España en este #Eurobasket22.
Y hay más aún. La importancia de las dinámicas, ese momento en el que pasado, presente y futuro se alinean en una misma dirección, con un determinado resultado. Y en especial que cuando esa dinámica está ante un problema concreto, la solución es siempre esa: encontrar y proponer soluciones trabajadas con anterioridad, planteadas y sobre todo aceptadas por el bien colectivo con la complicidad individual de cada parte. España siempre fue capaz de encontrar una solución para cada problema que llegaba al partido, más allá del acierto (con cierta dosis de azar, pero no tanta) pero no era algo intuitivo, ni improvisado, sino más bien estructurado y creado «dentro» de las características de cada jugador. Eso, que puedo confirmaros es una de las enormes virtudes del cuerpo técnico liderado por Sergio Scariolo, ha sido uno de los grandes diferenciales de este equipo.
España de baloncesto, además, ha escrito un nuevo capítulo inédito en los libros de historia, no solo en los de las efemérides, en los de los rankings. Ha abierto un capítulo que no tenía relato, ni narrativa, ni historia detrás. España mostró la suya, como decía mi colega y sobre todo amigo Alex, «#LaFamilia era el reconstituyente, la pócima mágica, el concepto emocional diferencial» que no solo se enfrentaba a cada rival sino que aglutinaba el esfuerzo y el compromiso del equipo. Esta idea llevó a España a una nueva dimensión desconocida al menos en el mundo del deporte profesional. Y mostró sobre todo que las cosas nunca suceden por casualidad.
En definitiva, so confirmo: he sido y soy feliz, y todavía mantengo esa sonrisa de felicidad cada vez que alguien me comenta «¡qué pasada lo de España!». Mas bien he aprendido mucho en estas 3 semanas de juego, viendo sus partidos (no todos, también os digo) y tratando de comprender por qué suceden las cosas dentro de un partido. Como detalle, ha sido una tremenda coincidencia que en estos días haya impartido dos charlas formativas. En ellas, con diferentes temáticas y objetivos, había dos coincidencias:
- El rol de la marca.
- El proceso y el método.
En ambas introduje una unión de palabras que me permitían encadenar la charla hacia un espíritu y una manera de trabajar:
Construir. Pasión. Equipo. Hoy
[ Êxtracto de las charlas formativas ]
Viendo jugar a España, disfrutando de su juego, asombrado por su capacidad de resiliencia, pasión y de aporte de constantes soluciones, por su compromiso colectivo, estas palabras encontraron y siguen encontrando aún todo el sentido. Nadie dijo que fuera fácil. Quizá así las victorias saben mejor. Como decía Bielsa respecto al proceso y al merecimiento:
“En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo”
[ Marcelo Bielsa ]
Sigo aprendiendo de baloncesto, y decir esto a mis cincuenta y dos años, viendo partidos cada día del año, sigue siendo mucho. Por cierto, hay un hilo mío con el hastag #Eurobasket22pills con lo que compartí sobre este campeonato, por si quieres echarle una ojeada.
Pero sobre todo sigo aprendiendo del baloncesto, del deporte, para mi ámbito personal y mi oficio de las marcas. Cada vez veo más las marcas como un proceso, un proceso continuo, un método de Diseño, iterativo, emocional y racional. Y aprender de #LaFamilia ha sido otra idea más al zurrón de mis experiencias.
P.D.: Gracias por tanto y FELICIDADES por tanto, Darío. Esta frase de Kobe nos unió en estas tres semanas:«Hay que atreverse a ser grande». Y lo eres.